Capitulo VIII: amor imposible

Hoy era la carrera de autos, pero no sentía deseos de ver nada. El tiempo inexorable seguía avanzando. Sabia que no le importaba a nadie, el era un accidente en este mundo, una pieza sobrante; un poeta de las sombras; un gemido imperceptible en una ciudad donde todos gritan; un triste, en un mundo de placer. Tal vez era solo un inadaptado, a lo mejor por eso todos le rechazaban. Pero no podía olvidar las palabras de Omar: «tu no eres igual que los demás, pero aun no estas listo».

La vio sentada comiendo con otros chicos, desde aquella primera vez que la vio, hace casi tres meses, no ha dejado de seguirla; convertido en su sombra siguiéndola a todas: ¡Margis!, desde que vio sus grandes ojos pardos, tan soñadores. Ella era igual que el, eran dos almas gemelas. Una vez la escucho suspirar, y sintió como su alma se escapa y se lanzaba como un tigre en su caza. Ella no sabia que el la amaba, pero tal ves lo presentía; estaba unida a el. Ya ella era parte de su vida.

La vio salir, el la siguió a cierta distancia hasta su casa, la vio entrar y luego encender las luces, el estaba bajo la ventana de su cuarto; así la estuvo frecuentando durante varios días, siempre contemplando la luz de la ventana, imaginándosela allí. Los días de verano habían pasado, llegaba el otoño; sentía el frío de las horas, bajo aquella ventana; el peso del tiempo. Los primeros copos de nieve comenzaron a caer, el frío en su alma se hizo mas intenso, perdió la noción del tiempo. Era el invierno y el seguía con la vista fija en la ventana.

Ella solo hacia seis meses que se había incorporado a las actividades de los adultos. La vio; tan indecisa, tan frágil, con aquellos grandes ojos asustados. Todos la buscaban ansiosos. El no tenia prisa, sabia que ella estaba destinada para el; solo era cuestión de tiempo. Y entonces, ya nadie podría quitársela.

Pero ahora presentía que había llegado el momento. Llamo por el teléfono a su amigo Omar, para saber si iría y ambos acordaron salir juntos.

Cuando entraron al salón todas las miradas se volvieron hacia ellos. Se sintió importante, a su lado Omar serio como de costumbre, concentrado en si mismo; parecía estar fuera del alcance de todas las miradas. No así el, que la buscaba ansiosamente, tratando de verla. Al fin la encontró. Ambos avanzaron hacia ella, Omar se detuvo y el siguió solo con paso indeciso; Ella sonrió feliz, el también le sonrió, su corazón saltaba y saltaba como un niño feliz. Ella se lanzo a su encuentro, pero ya cerca de el, lanzo un zigzag y se abalanzó sobre Omar. Al cual por primera vez se le vio abandonar su rostro impasible y lanzar una mirada desesperada a su amigo Nil, Este enterró su mirada en el pulido piso y sin levantar la vista se alejo hacia el centro del salón; detrás quedaba Omar con ella.

El baile comenza¬ba. Vio una chica sola, poco agraciada, pero ¿y eso que importa¬ba? ya nada tenia importancia para el. Ambos comenzaron a bailar. El bailo como nunca daba saltos, giros violentos, estaba poseído por un afán de diversión, se movía de un lado para otro, a veces emitía chillidos desgarradores, daba vueltas y mas vueltas; bailaba solo, completamente solo, alguno comenzaron a hacerle una rueda.

Mira al bobo, ji, ji.

Debe estar drogado.

Bailaba y bailaba de forma convulsa, fuera de música, fuera del mundo; solo, completamente solo; rodeado de risas. Realizo unas piruetas, un giro en redondo y cayó al suelo.

Vamos, continua bailando gritaban unas voces.

Levantarte, levantarte decían otras.

Alzo la vista y la vio a ella. Como reía, como reía.

Lanzo un alarido de dolor. Se incorporo bruscamente. Y comenzó a bailar, a bailar; haciendo gestos y muecas, imitando grotescamente a los bailarines. Danzando como un loco al compás de su decepción.

Ahora estaba en su casa, acostado, tenia algunos golpes producto de las caídas, pero no era esa la causa de su dolor; afuera una luna blanca iluminaba la noche; lejos distantes como las estrellas.

“Todo era tan distante… Mi estrella es un hueco negro, mi estrella no tiene luz… Es un mundo muerto… ¡Muerto!… Margis. ¿Por que Margis? ¿Por que?…»

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